Necesitaba un abrazo entonces
me puse el saco de mi mama. Pepitas y mallas de todos los colores. Tejó destejiendo
otros sacos. Ella reciclaba lana, yo reciclo textos. Sin cesar, entrelazo el
arte y la vida cotidiana, enredo lo público y lo íntimo. Sagradamente.
Sentí sus manos sobre mi
cuerpo todo el día. Me acompaño cada hora.
Mi mama
me regalo todo cuando no teníamos nada.
Vuelvo al computador para
transcribir.
13 de julio. Casa de los Red
Dzao. Ta Phin.
Cenamos. Estoy lost in translation. Hablan, hablan,
observo el movimiento de las bocas, la seriedad de la cejas. Detallo los
bordados de la ropa, los botones se suben y bajan con la respiración, los
aretes centellan con la luz, las uñas de los pies se mueven en las sandalias de
plástico, mi mente se va volando. No entiendo nada, como cuando era niña y no entendía
nada de las conversaciones de los adultos. Entonces persigo las gallinas,
regalo follajes a los marranos, encierro una araña en una caja y miro como se
las arregla, tomo té afuera y hago señas a los que bajan las cajas del camión.
Por la tarde, en el pueblo, vi
una cobija de terciopelo rojo con flores colgada del techo en una tienda. Igual
a la cobija de la llave. Me paralicé. Decimotercer día de viaje. Veinte mil kilómetros.
Sensación de haber recorrido medio mundo sin saber a dónde iba, en tal solo un
instante, sensación de haber encontrado lo que venía buscando. Este gran
rectángulo rojo floreado. Regresé al mundo amniótico. Mi piel ya no era una
frontera. Yo pertenecía al mundo y el mundo estaba dentro de mí. Decidí
sentarme en frente. Tomé fotos de todo lo que el zoom pudo alcanzar. Yo era un
intruso en el panorama cotidiano de la gente. Me echaban un ojazo cuando
pasaban en moto. Otros - ensimismamientos - ni me veían. Dos abuelas querían que
yo le sacara su retrato y como madrinas se inclinaron sobre mi cuna. Una niña
me rodeaba, y de círculos en círculos de gata curiosa, se acercó.
Cuarenta y cinco minutos de
gracia. Epifanía asiática.
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Los Red Dzao se fueron a
dormir apenas los platos fueron retirados. Me siento al borde del camino y lanzo
piedritas a lo lejos. Fumo un cigarrillo Tháng Long, un pulmón carbonizado ilustra
la cajita.
Un señor pasa.
-Xin Chào.
-Xin Chào.
Contemplo la luna, la misma
para todo el mundo.