jueves, 22 de octubre de 2015

Día de Todos los Santos.



El día de Todos los Santos, todo se calla.

Frente a mí se levanta un altar.
Sobre un baúl de viaje, velas, incienso, piedras, una semilla, el silencio, fotografías, una planta que se abre el día y se cierra por la noche, los arcanos del tarot, una espiral. Los muertos son ahora nombres que he escrito en papel de seda plegado en siete.
No son nada. Realmente nada.

Los muertos ya no son, sin duda.

Pero, soy la energía de los muertos. Mis glóbulos rojos, mis glóbulos blancos, mi linfa, y todo lo que han perdido, todo lo que se convirtió en humo, hoy en día se mezclan  para circular por mis venas.

A finales de noviembre, la tormenta de nieve blanqueaba el campo. El frío mordía las uñas. Arriba del acantilado, lancé las cenizas de mi hermano con todas mis fuerzas en el vacío. Repentina ráfaga de viento. Las pequeñas partículas antracita dieron la vuelta y vinieron a azotar mi rostro. Estaba cubierta. Mi hermano pegado en mis pestañas, mi hermano en mi pelo, en mis oídos, mi hermano sobre mis mejillas, sobre mi frente, sobre mi bufanda, sobre mi chaqueta.
Pasé mi lengua sobre mis labios. Mi hermano en mi boca.


Forjé la idea de que estoy encadenado a los muertos y ellos me muestran con su dedo seco el cronometro lanzado, la cuenta atrás en marcha. Así que siempre más allá, siempre más rápido, pero siempre ahí, nado contra la corriente. Yo soy la pobre polla de agua perdida en el torbellino de una inundación. La lluvia sigue cayendo. Sé que al final del día, voy a ser tragada por las olas.
Y, sin embargo, pedaleo sobre la cresta.
Me persuadí que me habían suplicado que yo correrá. Cuando otros se relajan, cuando otros caminan, me precipito. Nadie me puede seguir, ni alcanzarme, ni atraparme. Redoblo los esfuerzos. Viajo por el mundo a toda velocidad, el grillete de los muertos colgado a los pies.

Pronuncié promesas sobre los ataúdes. Deben cumplirse. Tengo una sola palabra. Voy a ser tus ojos, voy a ser tus brazos, voy a ser tus piernas, para ti que ya no tiene cuerpo.


¿Pero los muertos me preguntaron realmente algo? No. Nada. En ningún momento. Ellos ni siquiera saben que vivo bajo su diktat.
Puse palabras en su boca muerta, anhelos en su cabeza muerta, deseos en sus entrañas muertas.
Palabras, anhelos, deseos que nunca han existido.
Yo inventé todo.
Como siempre.
Soy una tejedora de historias, una proletaria del melodrama.

Me ahogo debajo de la almohada de la repetición y de la enumeración.

Este año, yo siego.
Renuncio. Cancelo los contratos.

Así que tomo entre mis dedos cada papel doblado. Leo el nombre escrito en el interior, articulo cada sílaba lentamente, prendo el mechero y enciendo. Pequeñas llamas de colores lamen las letras. Los desaparecidos desaparecen de nuevo.

Exulto:
¡Váyanse en paz, los muertos! ¡Que sean benditos, que sean lo que quieran, pero que se vayan por otra parte! Para que, por fin, yo pueda descansar.
De hecho, no me atrevía a decírselo, pero ¡QUE SE VAYAN A FOLLAR!

Sentado frente a mi altar, estoy sacudida por una risa de ultratumba
...satisfecha hasta mañana.


Soy la lupa que se fija en los detalles.
Y lo que sea que escriba, siempre escribo más de lo que quería escribir al principio.

Y el día de Todos los Santos, todo se sabe.



Versión original, noviembre de 2004.
Blog Versión 1, noviembre de 2012.

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