domingo, 18 de octubre de 2015

Funerales.



Les voy a contar una anécdota que describe bien el personaje. Y ustedes tienen todo el derecho a reírse, no está prohibido. Aunque hoy se vistieron todos como cuervos.

Entonces los protagonistas son: una niña de diez años, un hermano mayor y su madre.
El año: 1982.
El lugar: un apartamento, décimo piso de una torre llamada Bagatelle, en Dijon, cerca de la estación, los trenes hacen un ruido de infierno el verano cuando las ventanas están abiertas, se respira la creosota y se oye gritar los vencejos.


Diálogos en familia.


La niña, tirada en el diccionario Larousse: Dime ¿es grande como la torre Eiffel?

El hermano: No sé. Trescientos metros, a ojo.
La niña: Mmmh Sí ....¿pero grande como?¿cuántas torres Bagatelle?
El hermano: Eeeh pues es mucho más grande.
La niña insiste: Sí, pero ¿Cuánto? Dos, tres veces. ¿Cuánto? Dimeee.

La madre está de pie, frente al lava plato. Lava la loza.

El hermano: ¡Qué sé yo! Como seis, siete veces...
La niña: ¿Y el Arco de Triunfo?
El hermano sigue soldando sus cosos electrónicos: Pffff ...Tú eres una rompe-huevas!
La niña: ¿Y la columna Vendôme?
El hermano se enoja: Eeeh ¡Busca en tu diccionario!
La niña: ¿Y el genio de la Bastilla? ¿Y el Sagrado Corazón? ¿Es grande cómo? Mami, ¿es grande cómo?

La madre, ella no oye nada, hace ruido con sus ollas.
Y las preguntas desfilan, desfilan. A la velocidad del cerebro de una niña...

El hermano: Nunca has visto París, ¿verdad?
La niña, exasperada, ojos al cielo: ¡Pues no! O en una vida anterior, cuando yo era María Antonieta. Pfffff.

La madre da purina a los gatos. Son las diez de la noche y es sábado.

El hermano: Prepara tu mochila. Nos vamos.
La niña: ¿mochila de qué o qué? ¿Vamos a dónde?
El hermano: Sí, vamos. Dirección Panam.

Los ojos de la niña se ensanchan y ella abre una boca grande como un horno.

¡300 kilómetros, es la puerta al lado! La madre pone más purina en el plato de los gatos y se suben illico en el Golf GTI, anaranjado y todo podrido. Las puertas cierran con cables elásticos. Las luces mal ajustadas iluminan a penas la nacional. Media hora más tarde, se envaran. El golf tiene hipo y se arrastra a treinta por hora. Escupe llamas por el exosto. Y aceite también. Los carros que están atrás reciben todo en plena cara. Los choferes deben prender sus limpiaparabrisas. Finalmente, optan por pasar. Cada cincuenta kilómetros, tienen que parar y rellenar con aceite para que el motor no explote. La madre paga con cheques sin fondos en cada bomba. Es fin de junio, pues fin de mes, así que no hay ni un peso en la cuenta. Se demoran horas en llegar a su destino.
Para una niña de diez años y para un primer viaje, es realmente muy largo. Una noche en blanco interminable.

Una vez allá, con un solo café en el estómago, surcan la capital a lo largo y a lo ancho: la torre Eiffel, la columna Vendôme, el Moulin Rouge, el Sagrado Corazón...
Giran alrededor de la plaza de la Estrella cinco veces con el Golf anaranjado y todo podrido. Parece que anda sobre dos ruedas de tanto inclinarse en la vuelta. ¡Una chimba!

Corriendo, suben y bajan los Campos Elíseos. La niña, suspendida a la mano de su hermano, vuela detrás como una banderita colgada a una bicicleta.
Él tiene las piernas largas y ella, corticas. La madre se queja. Le duele los juanetes. La niña toma todas las medidas posibles: cuántas torres Bagatelle el Arco de Triunfo, cuántas torres Bagatelle la torre Montparnasse...

Y luego bajan en el metro. Viajan en primera clase con billetes de segunda. Pillados y multados. La madre vocifera,  porque sí. Y firma otro cheque sin fondos. Uno más, uno menos.

En el camino de regreso, van a ver los aviones en Orly. Incluso hay el Concorde. El que cruza el Atlántico. Con su nariz puntiaguda. El que solemos ver en la televisión, en el noticiero de Mourousi.

Vuelven a la torre Bagatelle con el Golf Gti, anaranjado y todo podrido, que finalmente sí aguantó. Se demoran unas horas más.
La niña va directamente a la escuela sin pasar por su cama. La depositan frente a la reja con su maleta y sus ojos llenos de sueño y de encanto. Rima, pero no es a propósito. Es la verdad.

En clase, ese día es redacción. Ella escribe un texto, o más bien un ensayo científico titulado,"Medidas de los monumentos de París en unidad torre Bagatelle. "
La madre, ella regresa a sus cuencos. Scotch Brite y Axion.
Y él, vuelve a sus cachivaches.

La niña, hoy en día, es ella que da temas de redacción a los alumnos. Pero no muy a menudo porque es una mamera corregirlas.
La niña, hoy en día, vive del otro lado del mar.
Toma aviones como antes se montaba en el Golf GTI. Anaranjado y todo podrido. Ella tiene un gusto por la aventura y los más allá.
Algunos dicen: Es raro este gusto. No se sabe de dónde viene. No se sabe de dónde salió.

La madre, ella se fue a fregar las ollas de San Pedro, ya hace mucho tiempo.

¿Y él ? Me van a preguntar. Con un hermoso punto de interrogación en forma de cola de ardilla.
Bueno, está ahí, tendido entre cuatro tablas, frente a ustedes.

Frente a mí.

Homenaje.
¡Te saludo hermano mayor!

¡Que las llamas te estén suaves, que la tierra te esté ligera,
Y buen viaje!


Versión original 25/05/2006.
Versión blog 1, noviembre de 2012.
Versión blog 2, marzo de 2015.

 
 


 

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