Breakfast 13 de julio. Sapa Town.
Hoy, le presentamos en exclusividad la pequeña historia
de l’arroseur arrosé o de la ladrona
robada.
Encontré ayer en el armario del hotel una magnifica
chaqueta Nike. A mis medidas. Perfecta contra el tan famoso sereno. Reversible.
Gris negra. Negra gris. Me contemplaba en el espejo. Narcisa.
Alisté la ropa para lavar, puse mi nueva prenda en el fondo de la
bolsa. Olía a vulpes zerda.
Cuando me entregaron la ropa limpia esta mañana, la chaqueta
había desaparecido.
Una sonrisita se desdibujo sobre mi rostro y le hice
un guiño de ojo al muchacho: Tesoros mal adquiridos no aprovechan.
En mi caso, ni cinco minutos.
Sin lamentos. No era para mí.
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El café sabe a petróleo. Como todos los días. Hoy, es
más difícil tragarlo.
Balanceo de ilusión a desilusión, de sueños a
pesadillas, un pastel mil hojas de un espesor inconmensurable. Y sigo repitiendo
la misma receta, años tras años, crema, costra,
crema, costra, crema, costra.
Una prueba de amor, y revoloteo por los cirrostratos. Un
silencio, y me revuelco en el fango.
De repente, entre los videos de gatos y los selfies de las amigas costeñas en playa, la voz del Diablo se eleva. Poderosa, me susurra
al oído:
“Por temblor y por amor:
Sagrados estremecimientos de eternidad
Derriben los muros, consuman las fronteras
Y permitan a los que se aman volver a darse cita en el
abrazo.”
(suspiro)
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