sábado, 19 de septiembre de 2015

Regreso otoñal.


 
La ciudad se despertó grisácea. Un adulto de sexo femenino tiene el corazón lluvioso. Su marido es un desertor. Se fue sin mirarla a los ojos.
Bajo las bombas, prefirió huir como un cobarde. Todavía corre por el temor a recibir un proyectil sentimental.
Ella desayuna observando las migas en la mesa. Se tranquiliza. Una pasadita de esponja y todo estará limpio. Hay que organizar todo, piensa ella. Hay que inyectar lo razonable en la tormenta.

Fija la imagen del armario y escucha una música pegajosa en bucle.

No importa. El infierno siempre estuvo detrás de ella. Su vida está montada al revés. Está muy viva puesto que ya murió cuando tenía cinco años. Entonces, cada día vivido la aleja un poco más de la muerte. No puede concebir su existencia de otra forma. Sabe que es una idea sin pies ni cabeza. Pero, hay muy poca lógica en las entrañas. Mastica y mastica este sentimiento desde pequeña.

Esta mañana, ella repite: ¿Por qué temer el día que sigue, francamente por qué temer un dolor anecdótico? Cuando todo se deshilacha o cuando todo se desencadena, abandonar a un hombre o dejarlo ir, no es mucho más costoso que pasar la aspiradora después de la fiesta.

Ella presiona el dedo sobre la sien, cierra los ojos y se exclama: 1, 2, 3, RESET!
Abre los ojos, examina su interior. Ningún cambio significativo. La pequeña angustia mezquina de la pérdida sigue ahí.

La operación RESET tendrá que renovarse con frecuencia los próximos días.


Ella ve quimeras en el tapizado de la pared y una aventura en la compra de un paquete de sal. Ella ficciona su vida, clara de huevo que bate hasta obtener crema chantilly. Cada día es una película, cada noche es una novela. Al menos para sus ojos. Imagina a su alrededor las cámaras. Y todo el equipo que se atarea. ¡Acción!

Pero, hay un inconveniente: ella vive en la vida real y lo material estorba. Los maridos también.

Para este año escolar, tomó nuevas resoluciones. Ambiciona vivir elipses de cine. Por lo tanto, los ascensores no se esperarán, las puertas no se cerrarán, las colas en las cajas se volatilizarán, la basura nunca estará llena, las neveras nunca vacías, los taxis siempre libres, las comidas ya servidas, las maletas listas en breve, los trenes todavía en el andén,…


Y de repente, devora una nueva idea.  Piensa ser la mujer ideal más horripilante jamás conocida. Aprecia el superlativo mientras recoge las migas con la esponja.

Hace una pequeña copa con la mano y las recupera al borde de la mesa, todas pegadas. Ella las observa en el fondo de su palma y decreta en voz alta, solemne, de pie, en el centro de la cocina:

¡Insignificantes pero pesadas!

Y suspira: Como yo.

 

Versión original, Jueves 26 de agosto de 2004.

Versión blog 1, enero 2013.

Versión blog 2, septiembre 2015.
 
 
 

 

 

 

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